2474717872 | Calle Rio Bravo #100, Frac. unión y progreso, Huamantla, Tlaxcala
HomeSalud MentalPrevención del suicidio en Jóvenes

Prevención del suicidio en Jóvenes

Hablar del suicidio en jóvenes no es fácil. Duele, incomoda, sacude. Pero es urgente. Porque hoy, en casi todas las familias mexicanas, alguien ha escuchado de un caso cercano. Y porque cada historia silenciada por el estigma es una oportunidad perdida para prevenir.

En una conversación profunda y humana con la Dra. Luz de Lourdes Eguiluz —psicóloga, terapeuta familiar y una de las principales especialistas en suicidología en México— se abordó con claridad este tema que no puede seguir siendo tabú. La prevención comienza con información y con la capacidad de mirar sin juzgar.

El dolor que no siempre se ve

Contrario a la creencia popular, el suicidio no es consecuencia de la locura. Es una respuesta desesperada ante entornos hostiles, sobrecargados o indiferentes. Jóvenes aparentemente “funcionales” pueden estar viviendo un sufrimiento invisible, sumergidos en emociones difíciles de nombrar. El problema no es que no haya señales, sino que muchas veces no se reconocen.

Cambios bruscos en la conducta, aislamiento, alteraciones del sueño, desinterés por actividades habituales, expresiones de desesperanza o desvalorización son algunos de los avisos más comunes. Y cuando estos pasan inadvertidos o son minimizados, el riesgo crece.

Las tres fases del suicidio

Para comprender mejor el fenómeno, es útil reconocer que el suicidio suele atravesar tres etapas: ideación, planeación y ejecución. La ideación puede estar presente desde edades tempranas: pensamientos persistentes sobre desaparecer, no pertenecer o dejar de existir. Con el tiempo, estos pensamientos pueden convertirse en planes concretos sobre cómo hacerlo. Finalmente, si no hay intervención, puede llegar la ejecución.

No todos los que piensan en el suicidio lo intentan. Pero quienes lo intentan, casi siempre lo pensaron durante mucho tiempo. Por eso, prestar atención desde la primera etapa puede marcar la diferencia.

Las cifras que duelen

En México, el suicidio ha ido en aumento en la última década. Tan solo en 2023, el INEGI registró 8,837 suicidios. La tasa más alta se concentra en jóvenes entre 15 y 29 años. Esta franja etaria —que debería ser sinónimo de proyectos, energía y sueños— se ha vuelto la más vulnerable. En contextos como el universitario, estudios revelan que hasta el 32% de los estudiantes presentan ideación suicida al ingresar a sus carreras, y ese porcentaje puede aumentar durante los años de formación.

Las razones son múltiples: presión académica, problemas familiares, dificultades económicas, violencia, abuso, falta de redes de apoyo, entre otras. En carreras del área de la salud, la carga emocional es aún mayor, al enfrentarse a situaciones de dolor humano constante sin suficiente respaldo emocional.

El entorno familiar también necesita herramientas

Uno de los errores más comunes en el abordaje del suicidio juvenil es pensar que la familia siempre sabrá qué hacer. Muchas veces, madres y padres no reconocen las señales, y si lo hacen, no saben cómo actuar. Algunos minimizan, otros reaccionan con enojo, y otros simplemente callan por miedo al estigma.

Por eso, es importante hablar con claridad: si un joven expresa deseos de morir, se debe buscar ayuda profesional inmediata. No basta con hablarlo en casa o confiar en que “se le va a pasar”. También es esencial informar a la familia sobre sus responsabilidades legales: cuando un profesional de la salud mental detecta riesgo de suicidio, debe notificar a las personas responsables del menor o del paciente, incluso si esto rompe el secreto profesional. La omisión puede tener consecuencias graves, tanto éticas como legales.

La importancia de preparar redes de apoyo

Una buena estrategia de prevención consiste en preparar a las comunidades escolares para detectar y canalizar a tiempo los casos. Por ejemplo, formar grupos de estudiantes voluntarios que sepan identificar cambios de conducta en sus compañeros y acompañarlos al primer contacto con el área de apoyo psicológico ha demostrado ser altamente eficaz. No se requiere ser profesional para notar que alguien antes activo, participativo y alegre ha cambiado radicalmente. Basta con observar, preguntar y acompañar.

El valor del acompañamiento no está en tener todas las respuestas, sino en ofrecer presencia, contención y una ruta clara hacia la ayuda profesional.

Cómo prevenir desde lo cotidiano

La prevención también ocurre en lo más simple: mantener abiertas las puertas del baño y enseñar a tocar antes de entrar, evitar poner seguros que dificulten el acceso en caso de emergencia, propiciar espacios de conversación sin juicio, y reducir el consumo de contenidos sensacionalistas que romantizan el suicidio.

Los medios de comunicación y redes sociales tienen una gran responsabilidad. Mostrar métodos, detalles gráficos o convertir en espectáculo un acto tan delicado puede tener efectos contagiosos, especialmente en adolescentes. Informar, sí. Explotar la tragedia, no.

Psicología positiva: pequeños actos, grandes efectos

Algunas estrategias tomadas de la psicología positiva pueden aportar mucho en procesos de prevención y recuperación. Llevar un diario de gratitud, escribir durante unos minutos al final del día sobre lo que salió bien, practicar el perdón incluso sin contacto directo, o simplemente desarrollar una mirada más optimista ante la vida son ejercicios poderosos. No se trata de negar el dolor, sino de recuperar el equilibrio emocional en medio del caos.

El optimismo no es ingenuidad, es resistencia emocional. Es la capacidad de reconocer que, aunque hoy duela, esto también pasará.

Muchas veces, los jóvenes no han aprendido lo que significa el amor sano. Vienen de entornos donde se grita más de lo que se escucha, donde se exige más de lo que se acompaña. Por eso, fomentar relaciones familiares y de pareja basadas en la comprensión, el respeto y la expresión afectiva puede ser tan preventivo como cualquier intervención clínica.

Amar no es solo sentir; también es observar, preguntar, validar, apoyar, agradecer. Y eso se enseña con el ejemplo.

El suicidio en jóvenes es una realidad que no se puede seguir tratando como un tabú. Informarse, hablar, observar, acompañar y actuar son las herramientas más poderosas que tenemos. Aún hay mucho por hacer, pero cada conversación que se abre, cada señal que se atiende y cada vida que se escucha puede marcar la diferencia.

Hablar de suicidio no lo provoca. Lo que sí provoca muertes evitables es el silencio.

📢 ¿Te interesa profundizar más? Te invito a ver el en vivo completo

Share:

Deja Una Respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También puede gustarte

En una era marcada por el exceso de información, la prisa cotidiana y la aparente hiperconexión digital, muchas personas viven...
La procrastinación es un fenómeno ampliamente extendido que afecta el desempeño académico, laboral y personal de millones de personas. Más...
  • mayo 15, 2025
1. Desmitificando la terapia  La terapia psicológica, a pesar de ser una herramienta valiosa para el bienestar mental, a menudo...
  • agosto 1, 2024